La bodega del convento estaba situada en el
lado norte del edificio, miraba, por tanto, la entrada de la misma a
Villanuño. Para hacerse una idea aproximada de su situación, nada mejor
que seguir en línea recta la puerta de acceso
de la Plaza del Palacio y después de pasar la nave de la iglesia y el
claustro, donde está la higuera, se hallaba la bodega. No la recuerdo
como grande, pero sí profunda, con unas escaleras de mucha pendiente. Lo
que sí sé por mi familia que tenían allí almacenadas
botellas de una especie de sidra que, desde 1920 o antes ya elaboraban
mi abuelo y mis tíos. También había cubas, supongo que con algo de
vino, y demás cachivaches. Todo ello, con gran pesar de mi
familia, quedó sepultado hacia 1970 y no hubo tiempo a recuperar
nada, pues se vino abajo parte del edificio en el transcurso de una
noche.
En cuanto al pozo, lo propio es que estuviese, a imagen de
otros conventos, donde se halla la higuera y el saúco. Yo desde pequeño
recuerdo allí una higuera, que daba unas brevas grandes por Santiago o
primeros de agosto. No he oído decir que allí
hubiese un pozo, es más mi abuelo llegó a Bárcena en 1900 y ya debía de
estar la higuera. Árbol que, por cierto, creo que sobre la Guerra Civil
se heló y volvió a brotar. Otra cosa sobre corrientes de agua
subterráneas en el área del convento. Mi familia allá
sobre 1920-1930, dada la escasez de agua del Cuérnago, abrieron un
pozo, en línea recta a no más de 60 metros de la higuera, para regar
algunos cultivos de la huerta. El caudal que captaron era muy pequeño.
Este pozo se cegó con la obra de la Residencia.
Hay que pensar que si este pozo tenía tan poca agua, el del convento se
tapó cuando los frailes abandonaron el edificio. Pero, claro, no dejan
de ser meras conjeturas.
Como siempre me han
interesado las cosas del pasado, he estado muy atento a lo que decía mi
familia o incluso preguntaba. Para mi, por muchas razones, era un
testimonio válido, especialmente si pensamos que
mis abuelos llegaron a Bárcena en el año 1900 y se encontraron el
convento más o menos como lo dejaron los frailes al marcharse en 1836.
Jesús Domínguez Aparicio